miércoles, 3 de marzo de 2010

TERREMOTO EN CHILE


La banda Sonora de la tragedia.

Cuando la tierra tiembla junto con desmoronarse paredes, como un domino van cayendo uno a uno nuestra arrogancia nuestra indiferencia y toda nuestras fantasías de grandeza para quedarnos solamente con lo básico: nuestra familia y cercanos, nos damos cuenta de que por el contrario de lo que el sistema económico nos quiere hace creer somos seres sociales que necesitamos el contacto con nuestros vecinos y la comunidad para sentirnos bien, el simple echo de hablar y contar nuestra experiencia nos hacia desahogar la tensión y el miedo, el lado menos malo de la tragedia es que nos hace situarnos en nuestro verdadero espacio dentro del planeta, y darnos cuenta de las ridiculeces que muchas veces nos quitan el sueño, el plasma, el mejor celular el auto del año de poco sirven sin electricidad sin agua y sin combustible, y seguramente nada valdría la pena sin uno de nuestros cercanos, la noche del terremoto unas velas y una humilde radio a pilas nos informaban del caos y trataban de mantenernos tranquilos, la radio AM por su cercanía con la comunidad eran las que informaban sobre la situación de personas y familias, así nosotros nos enteramos que los nuestros estaban todos a salvo y también pudimos informar de nuestra situación y en el intertanto sonando la típica música AM: Roberto Carlos, Paloma San Basilio, Cocciante y en general música de la década 70, se movía el piso mientras Roberto Carlos, viajaba en su camión sin arriesgarse en marcha suelta y con el corazón disparado, mínimos segundo que servían para alejar el espanto de nuestra insignificancia, quizás ahí radique la magia de la música que nos despega de la tierra y puede endulzar y engrandecer nuestras pequeñas historias, un camionero enamorado nos podría parecer hasta ridículo, pero en boca de Roberto Carlos nos llega a emocionar por lo inocente y grandioso del sentimiento, por breves instantes podía escapar de la realidad con estos pensamientos y melodías, aunque las replicas también me hacían pensar en la envidia de mis amigos jamaicanos, tan adictos a los sonido exageradamente bajos, al contarles el sonido profundamente grabe y aterrador de un FA# emitido desde las entrañas de la tierra y que espero nadie nunca llegue a oír.