Llega un momento en que inevitablemente uno se pregunta ¿vale la pena tanto problema por tratar de hacer música? Las diferencias con amigos, la amarga resignación de la familia al ver que esta pasión no se acabo con la adolescencia, los comentarios de los amigos “responsables”,los llamados a sentar cabeza, las dificultades para grabar , tocar ensayar, el tiempo, pero al cuestionarnos esto nos obligamos a ver el lado bueno de esto, las personas interesantes que se conocen en el camino que seguro ningún “responsable” conocerá nunca, las tocatas, los amigos nuevos, las amigas, los nuevos temas, saber que un tema marca un momento en la vida de algunas personas, las risas, encontrarse con otros músicos que recorren los mismos caminos y no sentirse tan solo, revivir en otros esa pasión que de niños nos hacia acelerar el corazón al acercarnos a un escenario con músicos tocando en vivo, cumplir estos sueños por muy insignificantes y absurdos que sean para muchos vale la pena, vale una y mil veces la pena, nada se compara a sentir esa poderosa vibración en el escenario cuando las cosas resultan, sentirse acompañado por personas dispuestas a envejecer con la guitarra puesta y esperar que Dios nos apague las luces.
Y como dijo mi abuelo: cuando la cigarra murió, la hormiga murió de pena al no escuchar su canto.
Mario Elias...